miércoles, 10 de marzo de 2010

HÁBITAT ECOLÓGICO

Bioconstrucción, arquitectura y salud

Introducción
La calidad del hábitat en el entorno urbano y arquitectónico tiene múltiples interacciones sanitarias que intentaremos señalar brevemente, pues la exposición crónica y habitual a ruido, radiaciones y elementos tóxicos del hábitat, afecta a la salud humana.
La polución del aire respirable, los materiales constructivos y decorativos potencialmente tóxicos, las instalaciones técnicas, el ruido y vibraciones, como las radiaciones electromagnéticas artificiales o las anomalías geofísicas, presentes en nuestras casas, escuelas y entornos de trabajo, constituyen una interacción física, química y energética que afecta a la salud pública.

Huella ecológica
Sabemos que la actividad inmobiliaria, construcción y deconstrucción, tiene una enorme huella ecológica, pues genera el 60% de toda la contaminación física, química y energética del planeta, considerando residuos, vertidos, efluentes y radiaciones.
Para equilibrarlo la Bioconstrucción (en alemán Bäubiologie, biología de la construcción), considera en primer lugar el impacto del fenómeno urbano sobre el medioambiente externo, el ecosistema natural, con criterios de ecología y sostenibilidad, analizando la ocupación del territorio, el ciclo de vida de los materiales, la polución atmosférica y los residuos.
Pero la Bioconstrucción también analiza el impacto sobre el medio interno, el entorno cerrado del edificio, considerando la bioclimática y la geobiología, definiendo nuevos criterios de “biohabitabilidad” desde el punto de vista de la salud de sus habitantes.
Con estos criterios, la auditoría “domobiótica”, la moderna biología de la casa, busca identificar y evaluar la existencia de factores microambientales en el Edificio Enfermo, valorar las interacciones sobre el confort y la salud humana, proponer criterios de prevención y reducir la huella ecológica.

Calidad del Aire y Edificio Enfermo
Consideramos como “edificio enfermo” el inmueble cuyos factores ambientales internos resultan molestos o nocivos para sus habitantes (Síndrome del Edificio Enfermo). El primer problema identificado es la “calidad del aire”, y según el Instituto de Higiene y Seguridad en el Trabajo el 30% de los edificios laborales están enfermos, donde el aire “mal acondicionado” resulta nocivo para los trabajadores. Con los criterios más amplios y exigentes de la Bioconstrucción el 80% de los edificios pueden ser considerados insanos, o claramente nocivos para las personas.
Con frecuencia, el edificio moderno demasiado electrificado, hermético y mal ventilado crea el síndrome del Föehn, una atmósfera agobiante, cargada de iones positivos, donde proliferan ácaros, aspergillus, legionella, insectos, hongos y bacterias que frecuentemente anidan en los conductos de aire, junto a una nube de fibras, partículas y otras substancias químicas volátiles. Materiales nocivos, como el amianto, fibra de vidrio o PVC, equipos e instalaciones vienen a agravar este cuadro creando un ambiente bioeléctrico alejado del equilibrio del entorno natural.
En los últimos dos años se incrementaron un 35% los casos de asma, y una de las primeras causas es el aumento de la contaminación atmosférica urbana. Según un informe de la McMaster University de Ontario (Canadá), en un ensayo sobre cobayas, al respirar millones de partículas en suspensión en el aire, como el hollín de las combustiones de derivados del petróleo (petroquímica, siderúrgica, tráfico urbano), se producen mutaciones genéticas en los espermatozoides, que se transmiten a la descendencia. Sin embargo, bastaría filtrar las partículas gruesas de hollín (>0,3 µm) para evitar los efectos nocivos sobre el ADN.
Según Greenpeace la mayoría de residuos, hasta cien substancias tóxicas presentes en el polvo doméstico de las viviendas, proceden de productos usuales como insecticidas o limpiadores, y de materiales de construcción y decoración. En su documentado informe “Consumiendo Química”, la organización Greenpeace revela que, debido a la mala ventilación, la polución interior de las viviendas europeas puede ser hasta el 300% mayor que en el medio urbano exterior.
La Bioconstrucción propone una arquitectura ecológica con materiales sanos y una ventilación cruzada por convección natural, que asegure la correcta renovación de aire limpio y fresco. Recordemos que, en una tarea sedentaria, precisamos al menos 10.000 litros de aire por persona y día, y debemos contar además el oxígeno que consumen los animales domésticos, las plantas o las diversas fuentes de combustión.
Los modernos purificadores de aire generan “aire medicinal”, un aire limpio, filtrado y negativamente ionizado, un aire vitalizante como el de un balneario, esta atmósfera limpia reduce el estrés neurológico y las cefaleas, elimina las crisis de ansiedad y los ataques de asma, y minimiza la incidencia de patologías respiratorias y alergias ambientales como la fiebre del heno.

Materiales nocivos
A partir de la prohibición internacional del amianto, sabemos que otros materiales usados en construcción generan emisiones tóxicas (gases, polvo, microfibras), que pueden ser causa de patologías de salud.
Los criterios ecológicos en Bioconstrucción aconsejan el uso de carpintería de madera con vidrios aislantes, evitando el PVC en carpintería y tuberías o los cableados con halógenos, y proponen diseños que aprovechan la energía solar, y otras medidas de ahorro energético y de agua, para minimizar la huella ecológica sobre el medio natural.
La auditoría domobiótica detecta que el ambiente interior de nuestros edificios con frecuencia está contaminado químicamente por las emisiones tóxicas de materiales artificiales usuales (adhesivos, aglomerados, pinturas, melaminas, moquetas, plásticos, PVC, siliconas, fibra de vidrio), que generando tóxicos como el formaldehído, alteran la calidad del aire, no son permeables y producen cargas electrostáticas, lo que incrementa el estrés eléctrico corporal y altera los biorritmos y el confort de las personas.
Modernamente los materiales aislantes de síntesis han desplazado por su menor costo a los más tradicionales, como el corcho, pero han introducido elementos tóxicos en el edificio, y además crean un impacto negativo sobre el entorno. Por ejemplo, al calificar el poliestireno expandido (corcho blanco) como un material no ecológico, consideramos su impacto en el medio natural, pues es un derivado del petróleo que contiene CFC y daña la capa de ozono, y además en su producción se emiten sustancias cancerígenas como el benceno. Pero el poliestireno, como la mayoría de los materiales petroquímicos (plásticos, pinturas acrílicas, PVC, etc.), afecta también a la calidad del entorno interior, ya que por su nula conductibilidad eléctrica (dieléctrico o aislante), produce cargas electrostáticas, además genera emisiones químicas potencialmente tóxicas, y no es duradero pues degenera en pocos años y sufre fácilmente la agresión de los roedores.
Por el contrario, el corcho natural tiene un gran coeficiente aislante, similar al mejor material artificial, la espuma de poliuretano (lambda: 0,029-0,04), y la relación calidad/precio es favorable al corcho, pues está garantizado por toda la vida del edificio, permite la descarga a tierra y no tiene ningún efecto tóxico.
En general los materiales naturales como la piedra, la cerámica, el corcho, la madera o las pinturas y barnices biológicos, usados en Bioconstrucción, no tienen emisiones tóxicas, son conductores, transpirables (permiten respirar los muros), y no plantean riesgos para la salud, pues han pasado un test de calidad durante siglos.
Debido a la falta de regulación, desde hace décadas es habitual usar residuos de centrales térmicas o de minería de fosfatos, las radiactivas fosfogisginas, como componentes del hormigón, además el frecuente uso en construcción de materiales altamente radiactivos, pueden generar exceso de gas Radón e incrementar la radiactividad ambiental de un edificio. Esta nunca debería superar los 150 mR/año, y en los materiales más próximos a nosotros, o en contacto con alimentos como las encimeras, es preferible que no superen los 100 mR/año.
Aunque no dispongamos de un monitor de radiación gamma (contador Geiger-Müller) para medir la radiactividad, podemos elegir materiales de construcción tradicionales, como el biohormigón, mortero de cal, cerámica natural, mármol o piedra arenisca del lugar, evitando el gres, los cementos artificiales o ciertos esmaltes, y en general las rocas cristalinas como el granito, mucho más radiactivas.
En un edificio, más del 60% de la radiactividad ambiental proviene del subsuelo geológico o de los materiales de construcción, por lo que el arquitecto o el promotor deberán consultar previamente al geobiólogo y estudiar el Mapa de Radiación Nuclear (proyecto MARNA), antes de construir en un terreno excesivamente radiactivo.

Lugares nocivos
A la hora de definir el “buen sitio” para construir la casa, la Geobiología considera además la afectación por “geopatías”, definiendo las geopatías como anomalías geofísicas que incrementan las energías telúricas de un terreno. Estas geopatías pueden ser frecuentemente causadas por corrientes de agua subterránea, fallas o fracturas de la corteza, oquedades subterráneas, vetas minerales o yacimientos metalíferos.
En la vertical de una alteración geofísica pueden medirse incrementos de la tensión eléctrica del aire, aumento de la ionización positiva, alteraciones geomagnéticas, fuertes emisiones de gas Radón, con alta radiactividad y otras anomalías físicas medibles que afectan a los seres vivos.
Por otro lado, la presión creciente de la especulación del suelo nos lleva a edificar en cualquier sitio disponible, lugares nocivos cerca de líneas eléctricas o factorías, en terrenos contaminados químicamente, afectados por anomalías geofísicas, o con alta radiactividad.

Contaminación electromagnética o Elektrosmog
La contaminación electromagnética (CEM), elektrosmog en Alemania, puede ser generado por múltiples fuentes, como líneas de Alta Tensión, transformadores, antenas de Telefonía Móvil, ordenadores y electrodomésticos.
Desde hace algunos años la electropolución es causa de alarma social, y en España muchos municipios han dictado moratorias para detener el despliegue de las nuevas antenas UMTS o líneas de alto voltaje.
La invasión de nuevos dispositivos wireless (sin cable), como los teléfonos inalámbricos tipo DECT, o las nuevas tecnologías ADSL, WiFi o Bluetooth, basados en microondas, viene a sobrecargar de radiofrecuencias un ambiente ya muy irradiado por contaminación electromagnética.
En España existe un gran vacío legal y normativo sobre la contaminación electromagnética, pues la norma solo considera los efectos biológicos a corto plazo y no puede considerarse una referencia segura para valorar el riesgo sanitario a largo plazo. La investigación oficial sobre radiaciones no ionizantes, solo contempla el efecto térmico causado por las corrientes inducidas, y no considera los recientes avances en Bioelectromagnetismo que encuentran “efectos no térmicos”, especialmente la permeabilidad cerebral. Las normas sobre electromagnetismo vigentes en España aceptan dosis de irradiación muy por encima de los umbrales biológicos recomendados en otros países, mientras que la Resolución de Salzburgo y el Parlamento Europeo recomiendan la aplicación del “principio de precaución”.
El riesgo sanitario es mayor para las personas electrosensibles, alérgicos, asmáticos, ancianos y enfermos en general, y para la población de alto riesgo, como embarazadas, fetos, bebés, niños y adolescentes, en especial durante el ciclo nocturno cuando nuestro metabolismo basal es mínimo.
La investigación epidemiológica y la realización de un mapa de radiación permitiría visualizar la interacción de la polución electromagnética con el espacio habitable. Deben evaluarse los CEM de todas la fuentes y en todas las frecuencias, pues la planificación electromagnética en el tejido urbano reduce el gasto sanitario, incrementa el rendimiento laboral y mejora la salud pública.
Por ejemplo, el uso generalizado de las pantallas filtrantes de microondas, materiales protectores de radioemisiones que son standard en Austria, Suiza o Italia, permiten aislar techos, muros o ventanas, con atenuación de microondas hasta el 99,9% dentro de la vivienda. Tras el blindaje de la radiación incidente en la casa los efectos biológicos se reducen o desaparecen a corto plazo.
El ambiente bioeléctrico de nuestras casas, frecuentemente está muy alterado por el gran uso de plásticos, melaminas y pinturas sintéticas (todos ellos eléctricamente aislantes), que por su gran superficie relativa afectan en gran manera el equilibrio químico y electrostático del entorno interior del edificio.
Este fenómeno electrostático ocurre también con el asfalto y el hormigón (dieléctricos), que contribuyen a hacer estresantes e inhabitables nuestras ciudades, pues la tensión eléctrica del cuerpo humano, pasa fácilmente de los 100-500 mV sanos y biológicos hasta 15.000 y 20.000 mV en un medio con contaminación electromagnética como una oficina moderna.
Una casa eléctricamente aislada además nos desconecta eléctricamente del medio natural, impide la descarga a tierra del cuerpo humano, incrementa la tensión eléctrica del aire y favorece la aparición de iones positivos. Y debemos saber que un ambiente eléctricamente cargado potencia la proliferación de las colonias bacterianas e incrementa la agresividad electroquímica de cualquier contaminante químico (benceno, aldehídos, etc.), pues se generan millones de radicales libres, potencialmente cancerígenos.
La frecuente presencia de elementos metálicos (armaduras, mallazo, tuberías, etc.), exige una derivación a tierra independiente de la toma de tierra eléctrica. En Bioconstrucción debemos preferir la fábrica maciza en muros y pilares, la bovedilla de cerámica, etc., evitando el uso innecesario de hormigón armado con tetracero, que crea efecto antena y aislamiento eléctrico (efecto Caja de Faraday), por lo que los estudios de arquitectura ecológicos se plantean como alternativa mallas de fibra de carbono, incluso cáñamo, bambú y otros materiales no ferromagnéticos como armadura.
La tensión eléctrica dentro del edificio, se incrementa también por la electropolución interior, debida a campos eléctricos y magnéticos producidos por electrodomésticos, ordenadores, impresoras, climatizadores, fluorescentes, televisión y otras instalaciones eléctricas. Y cada día más frecuentemente, en muchos espacios públicos (bancos, centros comerciales, parkings, metro), se instalan antenas emisoras “indoor” de telefonía móvil (picoantenas), lo que incrementa la radiación ambiental y los problemas de salud de personal y clientes que, a largo plazo, pueden afectar al ADN y al sistema inmunitario.
A corto plazo, las domopatías causan insomnio, fatiga y estrés psicofísico, e incluso depresión, pero a largo plazo un edificio enfermo puede causar enfermedades orgánicas. Sin embargo, una pequeña inversión de mejora, con el consejo de un profesional que realizará una Auditoría Domobiótica, eliminará los focos de esta polución y creará un ambiente sano y natural, con un incremento de la calidad de vida del usuario del inmueble.
Al evaluar el potencial impacto sanitario del electromagnetismo consideraremos la conveniencia de instalar redes eléctricas blindadas, realizar tomas de tierra de muy baja impedancia (<5 Ω) y utilizar materiales o equipos de neutralización electromagnética (pantallas de microondas, mu-metal, bioswich, etc.), que garanticen el relax y la salud del cliente. Electrosensibilidad y ruido electrónico
La polución electromagnética crónica y habitual, especialmente en el medio urbano, hace que surja la "electrosensibilidad" como una patología sanitaria creciente, como alertan miles de médicos en el Llamamiento de Friburgo o la Declaración de Alcalá. El llamado Síndrome de Electrosensibilidad (SE), ha sido definido por la Unión Europea (1997), como una Hipersensibilidad a los Campos Electromagnéticos (HCEM). Desde 2002, en Suecia se reconoce como incapacidad laboral (invalidez física), según verifica Olle Johansson (Departamento de Neurociencias, Instituto Karolinska, Stockholm). Entre un 20 y 25 % de la población europea, puede ser electrosensible, que pueden ser seriamente afectados con dosis CEM hasta mil veces menores que la población general.
La polución eléctrica es significativa desde los años 50, con la irrupción masiva de los electrodomésticos y la televisión, pero desde primeros del siglo XXI estamos viviendo un gran proliferación inalámbrica, y los argumentos de venta nos informan que el teclado, el ratón, o el teléfono inalámbrico, funcionan sin cables, y anglicismos como cable-free, wireless o cordless, nos informan que podemos estar permanentemente conectados (on-line).
En la última década, aparecen las microondas (MW 1-3 GHz), producidas principalmente por la telefonía móvil, y la proliferación de antenas de telefonía en los tejados han creado una gran alarma social, y las antenas emisoras pronto se duplicarán con el despliegue de la red UMTS de tercera generación.
Recientemente surgen nuevos sistemas wireless, como las redes inalámbricas tipo Bluetooth y WiFi, con un alcance hasta 300 m, y todos estos sistemas wireless emiten microondas similares a la telefonía móvil.
A cambio de este progreso tecnológico, el espacio urbano está saturado de “ruido electrónico”, un ruido de fondo electromagnético que incide permanentemente sobre el sistema nervioso e inmunitario, y que puede incluso percibirse de manera audible, bajo la forma de zumbidos de oídos (acúfenos o tinnitus).
Es casi imposible encontrar un espacio libre de emisiones radioeléctricas, y en aviones y hospitales preocupa la interferencia de la telefonía móvil con los equipos médicos o de navegación. Esta proliferación inalámbrica afecta a todos los seres vivos, y se ha observado que hormigas, murciélagos, ratas, e incluso el ganado vacuno son afectados por las radiaciones electromagnéticas, y recientemente un estudio británico informa de la muerte de más de diez millones de pájaros, en el entorno de las antenas de telefonía.
En uso del principio de precaución, y en defensa de la salud pública es importante tomar medidas legales contra esta invasión del espacio radioeléctrico, con la creación de zonas libres de radiaciones en todas las áreas sensibles como guarderías, colegios, asilos y hospitales, y en particular en todos los dormitorios.
Esta exposición radioeléctrica es involuntaria, indeseada e inadvertida, permanente y además indiscriminada, pues en grados diferentes afecta en la práctica al 100% de la población.
Quizá nos hagan reflexionar las palabras de Olle Johansson del Instituto Karolinska de Suecia: "La principal cuestión científica no reside únicamente en el exacto emplazamiento de las estaciones base, sino en si está bien irradiar a toda la población con microondas, y a sabiendas. Se trata, por supuesto, de un experimento humano a gran escala, con ustedes, conmigo y con los niños de St Andrews incluidos."
El costo sanitario para la población es incalculable, como lo muestra que las principales compañías de seguros (Lloyds, Allianz), excluyen de sus pólizas la cobertura de riesgos electromagnéticos.

Iluminación biológica en la casa sana
Los “urbanitas” pasamos hasta el 80% del tiempo en entornos cerrados, casa, transporte o trabajo, unos recintos opacos, con poca o ninguna la luz solar y la óptica conoce hace tiempo que las radiaciones luminosas, la fracción visible del espectro electromagnético, condicionan la agudeza visual y la percepción de los colores.
Hoy el estado de la investigación en neurociencia permite afirmar que la luz es biodinámica, pues afecta profundamente a la glándula pineal, al sistema endocrino y a través de él a todos los sistemas biológicos. Especialmente, la ausencia de luz solar influye negativamente sobre el estado de ánimo y afecta a la capacidad del cerebro para el manejo rápido de la información.
La iluminación usual en la casa y el trabajo, mal diseñada, monótona y muy escasa, produce falta de atención, desánimo, depresión (TAE), e incrementa el estrés y la fatiga de la jornada, lo que es causa de accidentes, absentismo laboral y bajo rendimiento.
Para sentirnos despiertos y activos, precisamos una luz biológica de intensidad mayor que 800 a 1000 lux (llamado umbral brigth ligth), que dice a nuestro sistema nervioso que ya es de día, y nos despierta el ánimo, sin necesidad de estímulos químicos como café o tabaco.
La fotobiología nos dice que la percepción de la luz brillante por la glándula pineal, inhibe la secreción de melatonina, la hormona del sueño, y proporciona al cerebro serotonina, la hormona de la actividad.
Por el contrario, la estimulación lumínica o electromagnética de la glándula pineal antes de dormir, a causa del ordenador o la televisión, retrasa y reduce el producción de melatonina y es la causa de insomnio crónico y dificultades para el descanso neurofisiológico.
Es particularmente significativo el parpadeo lumínico de los tubos fluorescentes, que al igual que las pantallas de televisión y ordenadores, impacta 50 veces por segundo sobre nuestra retina. Tanto el campo electromagnético como el efecto estroboscópico, se evita fácilmente con las modernas reactancias electrónicas.
Recordemos que la luz visible es la parte central del llamado espectro electromagnético, una banda de radiación ante la que presentamos una aguda sensibilidad y percepción sensorial, por tanto el color, la frecuencia, y la cantidad, la intensidad energética, de la iluminación artificial definen una casa sana, pues la luz es significativa para la salud y el rendimiento laboral.

Ahorro energético y Bioclimática
La Bioconstrucción da mucha importancia a la arquitectura bioclimática, y para ello estudia la planificación urbanística y la ubicación de la edificación, la orientación solar y eólica, el aislamiento térmico, el aprovechamiento energético y de otros recursos como el agua, para lograr la eficiencia y el confort de los edificios. Como ya ocurre en Suecia o Austria, la implantación de criterios bioclimáticos en los edificios, permite fácilmente un ahorro del 40-60% de energía.
El uso de energías alternativas y de los diseños bioclimáticos en la edificación, como la tradicional galería o el moderno muro Trombe, nos permiten lograr un edificio autosuficiente, o sea de gasto energético cero.
Como referencia, consideremos que cada euro invertido en aislamiento térmico de la vivienda es siete veces más rentable que la inversión en energía nuclear, a la hora de desplazar combustibles fósiles, y reducir la emisión de CO2.
El uso de las energías alternativas, sea solar, eólica, biomasa, geotérmica o maremotriz, permiten reducir la dependencia de los combustibles fósiles y nucleares, con la ventaja de ser baratas y eficientes, de bajo impacto sobre el medio, renovables y sostenibles.
La energía más ecológica es la que no se consume, y la generalización de criterios bioclimáticos permiten una reducción del consumo eléctrico en la edificación que minimiza la electropolución ambiental y evita el colapso de la red de alta tensión, eliminando el frecuente apagón veraniego.

Auditoría Domobiótica
El agente inmobiliario sabe que puede ser muy importante la depreciación de un edificio calificado como enfermo, y debemos saber que estas domopatías pueden ser generadas por múltiples causas internas o externas. Entre las causas internas, además de las producidas por materiales, deberemos considerar las generadas por las diferentes instalaciones (aire, fontanería, iluminación, electricidad, seguridad, telecomunicaciones, etc.), diseñándolas de modo que no generen contaminación sonora, química, lumínica o electromagnética, que incrementarían las domopatías en el edificio.
Para evitar la contaminación externa debemos estudiar también el entorno del edificio y evitar todo foco de ruido, electromagnetismo, o polución química como chimeneas, parkings, talleres, etc. que pueden afectar a la calidad del aire respirable. Hoy, debido a la gran alarma social generada por la contaminación electromagnética, debemos poner especial interés en detectar la cercanía de torres de alta tensión, transformadores de eléctricos en los bajos de la casa, o antenas repetidoras de telefonía móvil en los terrados cercanos.
Además de los temas que hemos expuesto brevemente, como calidad del aire, materiales nocivos o electrosmog, la Domobiótica entendida como arte y ciencia de la casa sana, considera todos aquellos factores microambientales, físicos, químicos, funcionales, estéticos y psicosociales, que puedan afectar al confort, al rendimiento físico e intelectual, y a la salud pública.
Para evitar estos y otros problemas ambientales, antes de construir debemos pedir asesoramiento domobiótico, estudiar las alteraciones geofísicas del subsuelo por un geobiólogo diplomado y realizar un amplio test de materiales e instalaciones, mediante la auditoría ambiental.
Con un criterio ecológico, será preciso considerar el impacto global de la actividad constructiva sobre el entorno natural, diseñando un uso racional de la energía y del agua, y debemos preferir el uso de materiales de fabricación local, sostenibles y reciclables.
La auditoría domobiótica reduce la huella ecológica de la construcción, equilibra el medio ambiente, ahorra energía, mejora la calidad en el entorno urbano, y armoniza las domopatías que afectan a la salud ambiental y laboral.
La implantación de los criterios de Bioconstrucción constituye una nueva “medicina del hábitat”, al identificar, evaluar y armonizar las patologías ambientales del edificio enfermo, encontrando el “buen sitio” y definiendo nuevos criterios de biohabitabilidad para lograr la casa sana, ecológica y sostenible.

© Carlos M. Requejo
Arquitecto-interiorista. Domoterapeuta.


* Adaptado de la ponencia presentada en la Escuela de Arquitectura La Salle, Mayo 2005.


Documentos de referencia consultados:

Dossier Postgrau Geobiologìa i Salut del Hábitat. UPC.1997.
Informe Greenpeace. Consumiendo Química.
Síndrome del Edificio Enfermo - I.N.S.H.T.
Informe Univ. Mc Master. Ontario.
Dictamen Parlamento Europeo.
Informe Electrosensibilidad
Resolución de Salzburgo.
Llamamiento de Friburgo.
Declaración de Alcalá.
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INFO: www.domobiotik.com

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